"...Claro,
el tiempo pasa y las frustraciones hacen mella sobre el orgullo propio, pensaba
el artista sentado en su estudio. No hay nada más que hacer, tal parece que voy
a morir sepultado de proyectos inconclusos, de ideas huérfanas de originalidad y
éxito. Claro, se decía a sí mismo, y se mordía lentamente las uñas. Ahora
descubro que no soy dueño de mi propia inspiración, que todo lo escrito ha sido
sangre de la pluma de otro. ¿Es que acaso hay alguien más en mi cabeza?.
Aquí
todo desgarbado, con mis gafas empañadas de mis propios suspiros fracasados, en
el ápice de mi propio descalabro, la era dorada de mi propia improductividad. ¡Ja!
Ahora me río solo de mi mismo, ¡Debe de ser el otro!, ese que se inmiscuye en
mis ideas y reescribe mi historia. Tanto, tanto hecho con mis manos, todo para
ver como se convierte en producto de otro. Un otro implacable y silencioso que
se alimenta de mis angustias para poder darle vida hasta a la más absurda de
mis ideas. Ya no importa el cuándo y el cómo de su existencia, el és y últimamente se ha adueñado bastante de mi creatividad. Pero podría ser que no
estuviese todo perdido! Podría haber una oportunidad, claro! Dijo elevando la
voz el artista, mostrando una risa sardónica y desencajada de sus propias
facciones. Si pudiese plasmar mi oportunidad, entonces yo sería el vencedor, ¡claro!,
¡La contienda por mi ser estaría sellada!.
Necesito saborear la gloria de
aquello que me pertenece por derecho, yo llegué primero aquí y no puedo dejar
que ese impostor se haga de mis obras. Alejó lentamente sus manos de la boca,
con sus uñas mordidas y sus dedos amarillos de la nicotina. ¡Todo lo que
necesito es una obra maestra Gritó casi eufórico el artista, con sus ojos
desencajados y sus lentes torcidos sobre
el tabique. Giró una o dos veces riéndose histérico, finalmente se sentó en su escritorio
nuevamente y agarró tembloroso una pila de papeles en blanco. Solo necesito asegurarme que todo salga a la
perfección, ¡No puedo darle oportunidad de robar mi gran obra cúspide!. Pero, ¿y
si él está esperando que yo escriba? ¿Si eso es lo que busca? ¿Si fuera todo
esto parte de su plan para arrebatarme la gloria?. No, no, no, no puedo
permitirlo, algo ha de hacerse y debo procurar ser terminante en el asunto. ¿Qué
haría él en mi lugar? ¡Si!, ¿qué haría ese impostor si estuviese aquí sentado?
Esperando que una mano conspiradora le arrebatara todo. ¡Eso es! Gritó el
artista mientras un dedo indice tembloroso y acusador apuntaba al techo, ¡Lo
que yo debería hacer, es convertirme en él!, así daría vuelta este tablero en
jaque.
Y si ahora soy el otro, entonces me voy a dedicar a escribirle, para
poder robar su obra, ¡Mi obra! Y reclamar el lugar que me es propio por
derecho. Así decidió tomar asiento nuevamente y dedicarse a triunfar, por el bien
de aquello que era lo justo, aquello que siempre fue lo merecido, no obstante
arrebatado con crueldad y despecho. Las horas pasaban como seres anónimos por
la espalda del artista, mientras él encorvado, casi jorobado, escribía sin
parar en aquellas hojas blancas que prometían infinita gloria y reconocimiento.
Su mano temblorosa, ya cansada y dolorida finalmente ponía las últimas líneas.
El artista se levantó y retrocedió lentamente desde el escritorio, como si
estuviese viendo un fantasma. Su rostro se transformó en aquella risa sardónica
y desencajada, apenas murmurando se escucharon aquellas palabras, Está listo,
es el mismisimo súmmum del arte de la pluma. Sus ojos se llenaron de lágrimas,
lentamente todo su cuerpo volteó hacia una pared que solo tenía un espejo. Su
rostro pareció gris de aspecto fúnebre, se llevó las uñas a la boca y comenzó a
mordisquearlas, alzó su brazo y su dedo acusador apuntó al espejo. Tú, tú mi
querido impostor, acabo de terminar tu obra maestra, ¡Es hora de que enfrentes
tu inclemente destino!. Empezó a sonreir socarronamente y luego gritó, ¡Te ries
de mí una vez más! ¡Pero será la última vez que lo hagas, monstruo, porque hay
algo que has dejado escapar en tu brillante osadía!. Por un momento regresó a
su aspecto calmo y desgarbado, con voz serena dijo, todo el mundo sabe que no
hay obras célebres o maestras con autores en vida, y una vez que la tuya, sea
una obra póstuma, pues entonces será mía, ¡solo mía! ¡Toda la gloria robada en
estos años por fin volverá a su justo merecedor!.
Mientras estallaba en una
gran carcajada se agarró de los pelos, corrió hacia la ventana y al abrirla
violentamente una bocanada de viento se coló con fuerza en el estudio, los
papeles de su obra maestra empezaron a volar por toda la habitación. El artista
tomó el espejo de la pared, lo abrazó con fuerza y con una desfigurada sonrisa,
saltó desde su octavo piso. Los papeles volaron a través de la ventana y la
hoja final de la gran obra maestra se depositó sobre el rostro de un hombre
estrellado en el suelo, la sangre tiñó rapidamente la hoja, dejando legible
solo su última frase: “Une Fin Fatale”..."
(Todas las obras publicadas son de distribución gratuita, prohibida su modificación total o parcial sin autorización de la autoría correspondiente)
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