Autor: ...:::Angel Of Sorrow:::...
"...Hacía
frío afuera, a través de la vieja ventana podía ver como la gente caminaba por
la vereda de enfrente. Abrigos y paraguas parecían los protagonistas de esta
tarde gris y húmeda en la ciudad, sin embargo mi departamento del tercer piso
parecía brindarme el refugio necesario. Me acerqué al sillón frente al hogar,
tomé asiento y contemplé por un instante como las luces amarillas y naranjas
del fuego iluminaban toda la habitación. Me decidí a encender un cigarro, de
esos que guardaba para ocasiones espaciales, así que estire el brazo hacia mi
mesita de estar acomodada junto al sillón. Tomé un cigarro de la vieja caja de
madera y lo prendí con un cerillo, la primera nube de humo se alzó densa sobre
mi marcado rostro, paso de mi boca a mi bigote, baño mis cejas tupidas y luego
se disolvió en la penumbra del techo. Cómo quisiera que estuvieses aquí,
murmuré, y en seguida fruncí el ceño en señal desaprobatoria. Me había
prometido no ser débil, pero el tiempo es tirano en el silencio y yo soy solo
un hombre cansado de la batalla.
Tomé mi vaso preferido de la mesita y lo
convidé con un escocés añejo, pensé en agregarle algunos cubos de hielo, pero decidí que eso era faltarle el respeto a una tradición y que además estaba muy
cómodo y cansado como para levantarme. Nuevamente una pitada y la nube de humo
emergía lentamente, como si todos los segundos del mundo no hicieran mella en
sus densas volutas. Un sorbo de mi vaso y mi mirada fija en el hogar, este
viejo hogar si que sabía de momentos felices Memorias, solo memorias y
recuerdos guardados en algún cajón, atesorados como si fueran el sentido de una
vida. Una vida que es ausente y presente de manera simultánea, una vida que no
se permite desvanecerse gracias al capricho de una voluntad que la ata a todo
lo que me rodea. Bajé la mirada y contemplé mi cigarro humeante, me descubrí
una lágrima atravesando mi mejilla, destinada a morir ante una barba flemática
que hacia tiempo ya no recordaba como sonreír Afuera el viento soplaba y mi
vieja ventana lo resistía como un guardián medieval que hace frente y gala de
su resistencia imperturbable. El interior de mi departamento dormitaba bajo el
fulgor del hogar, que miraba atentamente a un sillón ocupado y su mesa que
había sabido estar eónes a su lado.
Casi como la calidez de un vientre me
encontraba situado en el medio bañado por el calor y la presencia que cuidaría
de mi, aquella que con aire complaciente me observaba desde su retrato sobre mi
hogar. Otro sorbo y una nueva bocanada de humo, que al pasar sobre tu rostro me
genera la ilusión de verte sonreír Las tardes grises no son fáciles, pensé,
agité suavemente mi vaso, como los conocedores del cognac llevan por costumbre,
cerré mis ojos y dejé que las imágenes me inundaran. Allí estaba años antes, en
otra época, compartiendo mis recuerdos de aire cansinos, luego estabas tú, a quien no pude dejar ir.
Cientos de tardes Grises me enseñaron a entenderte como mi dulce padecer, un
dolor al alma una tarde grís en mi interior, que no quiere dejar que tu sol se
transforme en noche eterna. Una pitada más y sentir al humo acariciando mi
rostro, observando como todas sus formas pintorescas tienden a desaparecer en
la penumbra de lo inolvidable. El reloj de cadena, que suele acompañarme en el
bolsillo, marcaba el final del atardecer, el preludio de un cubículo semi
desocupado y la realidad de estar en la oscuridad. Decidí prolongar mi estadía
en este vientre caviloso, tome otro sorbo y deje que impregnara mi paladar, al
mezclarse con el resto del humo de mi cigarro. Me acomodé en el viejo sillón,
como si pretendiese hundirme en el, estiré las piernas y relajé los hombros.
Hacía mucho tiempo que no me permitía disfrutar las cosas del todo, a estas
alturas gris ya debía ser el color de mi alma. Apoyé el medio cigarro en el
cenicero para dejar que se consumiera lentamente mientras tomaba mi vaso
cuidadosamente con ambas manos, en una imagen meditabunda y pacífica, el humo
bailaba frente a mis ojos. Observando el fuego de mi hogar, como si las
caprichosas sacudidas de las llamas pudiesen contarme una historia diferente,
se me humedeció la vista. Ya me había contenido lo suficiente durante tantos
años, así que lloré, lloré y lloré por todo aquello a lo que le debía una
lágrima, lloré porque te tenía conmigo pero eras inalcanzable.
Tirano destino e
inclemente tiempo, supiste hacer de un hombre fuerte, las migajas que hoy se
escondían en el fondo de un viejo sillón. Y lloré por lástima de mi fragilidad,
por aquella falta de firmeza que había prometido sobre tu recuerdo. Dejé mi
vaso en la mesa y mientras el fuego seguía irradiando mi cuarto, me acurruqué
en el sillón. Me cubrí el rostro con ambas manos y me dejé sentir el correr de
las lágrimas a través de mis comisuras tupidas. Empecé a dormitar por el
cansancio y la angustia, si solo al despertar mañana, todo fuese distinto, si
solo pudiese verte una vez más. Deseé con tanta fuerza salir de aquella prisión
que yo mismo, de hermético semblante había sabido construir, entonces me quedé
dormido.
No sabría decir cuanto tiempo estuve, sé que empecé a sentir frió, el
fuego debería estar consumiéndose ya, pero no quería levantarme a alimentarlo.
Un rato más me dije, y en ese instante sentí tu mano sobre mi hombro..."
(Todas las obras publicadas son de distribución gratuita, prohibida su modificación total o parcial sin autorización de la autoría correspondiente)
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